Vidas Transformadas
Historias de mujeres en varios estados de vida

Respondiendo A La Invitación de Dios

Escrito por Krizelle Talladen según el relato de Jhola Salazar

 

“Me voy a casar”.

Esto fue lo que le dije a mis padres en Mindoro Oriental en el 2013. Pero no me iba a casar con cualquier hombre sino con Jesús. Ese año hice mi compromiso de por vida de vivir soltera para el Señor. El camino nunca fue fácil, pero estaba segura que esta era la voluntad de Dios para vivir mi vida a plenitud.

 

 

“Jhola, yo te estoy invitando, no te estoy forzando. Sea cuál sea la decisión que tomes, yo igual te voy a bendecir”El discernimiento de mi estado de vida

 

Empecé a discernir mi estado de vida en el 2004, dos años después de graduarme de la universidad. En nuestra comunidad Ang Ligaya ng Panginoon (El gozo del Señor) se motiva a todos los hombres y mujeres solteros a que pasen por este proceso.

Mientras vivía el proceso, estaba segura de que la vida religiosa no era para mí, primariamente porque había estado involucrada con Ang Ligaya ng Panginoon y Christ’s Youth in Action (Juventud de Cristo en Acccion), movimientos laicos. Me di cuenta que había algo en los laicos que puede influenciar a los jóvenes de una forma distinta que los religiosos. Era claro para mí que quería seguir siendo laica.

En ese tiempo también era claro para mí que estaba llamada a vivir una vida en comunidad en Ligaya. Si elegía una vida religiosa u otras formas de vivir soltera para el Señor, tendría que dejar Ligaya. Sabía que quería seguir mi llamado en esta comunidad, creyendo en que Dios orquesta nuestra vida para llevarnos a donde realmente debemos estar.

Durante ese tiempo, no había algún tipo de organización para mujeres viviendo solteras para el Señor en Ligaya. Sentía que sería difícil escoger vivir soltera para el Señor porque no habría una estructura a la cual sujetarme y nadie a quién rendirle cuentas. Pensaba que, para mí, elegir vivir soltera para el Señor fuera de un contexto así significaría no vivir soltera para el Señor sino vivir soltera para mí misma y para el servicio.

Y así fue como me fui dirigiendo a la vida matrimonial. En ese momento, me gustaba mucho un joven de la comunidad. Si me iba a casar, él era mi hombre ideal; pero me dí cuenta que no debía fijar mis ojos en él porque todavía estaba discerniendo. La decisión de mi estado de vida no debía basarse en la persona frente a mí sino basarse en el llamado personal de Dios para mí.

 

 

Mis tres temores

 

Una vez mientras meditaba en el porche de una casa de retiro, escuché que Dios hablaba a mi corazón “Jhola, te estoy invitando a que consideres vivir soltera para el Señor”. Mi primera reacción fue “¿Qué?”. Llevaba tres meses discerniendo. Yo pensaba que ya estaba abierta a esa posibilidad, pero la primera vez que lo escuché en mi corazón dije “¡Claro que no! ¡No creo que soy lo suficientemente buena para eso!”

Dios me mostró como yo veía realmente esa vida y sentía que no era para mí. Había tres cosas que me daban miedo. Primero, sentía que si vivía soltera para el Señor estaría sola y miserable. Segundo, sentía que no había una seguridad financiera en esa vida y que nadie cuidaría de mí el resto de mi vida. Tercero, tenía miedo de no ser fiel en ese estado de vida si vivía sola.

Al presentarle esos miedos al Señor, lo escuchaba diciéndome “Jhola, yo te estoy invitando, no te estoy forzando. Sea cuál sea la decisión que tomes, yo igual te voy a bendecir”. Me miré a mí misma siendo joven y decidí, en oración, que no escogería vivir soltera para el Señor, sino que estaría abierta al matrimonio. Entonces terminé mi discernimiento y le dije a Beth Melchor, mi buena amiga y compañera en el discernimiento, mi decisión y ella estuvo de acuerdo.

 

“Por quién soy, mis dones y la gracia que se me ha dado, vivir soltera para el Señor es la mejor manera en que puedo amarlo y servirlo”Ese tiempo era de mucho crecimiento para mí. Estaba empezando mi servicio en CYA como misionera de tiempo completo y estaba recibiendo entrenamiento para ser una de las líderes jóvenes de Ligaya. Quería primero tomarme un tiempo para crecer, al menos en los siguientes dos años, y ni siquiera pensar aún en empezar a vivir esa vocación.

Durante esos dos años tuve muchos desafíos difíciles y pasé por una especie de depresión. Mi abuela, quién era muy cercana a mi corazón, falleció y no pude llevar bien el luto de su muerte. Con todo lo que estaba pasando, estuve a punto de querer dejar la comunidad.

En la Cuaresma del 2006 fui a un retiro de silencio y ahí Dios se ocupó de mis dificultades y problemas. Me mostró lo que yo necesitaba hacer en mi vida y me aseguró que Él me guiaría. Después del retiro de silencio, decidí que quería invertir más tiempo como misionera, al menos por los siguientes cinco años.

Ese mismo año asistí a un retiro donde hablamos de vivir soltera para el Señor. Uno de los charlistas dijo “Cualquier miedo que tengan respecto a un estado de vida, es el mismo miedo que que tendrán que enfrentar en cualquier estado de vida”. Esas palabras me impactaron y me di cuenta que él tenía razón. No había garantía de que yo fuera feliz, fiel y me sintiera segura si escogía la vida de matrimonio sobre vivir soltera para el Señor.

 

 

Hacia un compromiso de por vida

 

En noviembre del 2006, cuando Beth se comenzó a reunir conmigo y con otras dos hermanas, lo primero que nos dijo fue “Pregúntenle al Señor si las está invitando a considerar vivir solteras para Él”. ¡Esas eran casi las palabras exactas que Dios me había dicho hace dos años! En ese mismo momento, recuerdo que le dije a Beth mi decisión, pero no lo que Dios me había dicho en mi corazón.

Después de muchas reuniones y conversaciones que habían empezado en el 2005, finalmente se fundó Asociación Betania en el 2009. (A. Betania es un grupo de mujeres viviendo “solteras para el Señor” como miembros activos de la Espada del Espíritu, una “comunidad de comunidades” internacional, ecuménica y carismática). Dios respondió a mi preocupación de no tener un grupo del cual ser parte sin tener que irme de Ligaya.

El 2 de febrero del 2011, hice un voto privado de vivir soltera para el Señor. Invité a mis amigos y tuvimos una ceremonia sencilla. Al igual que mi compromiso inicial, este voto privado era renovable y no todavía permanente.

En el mismo año, en el 2011, fui invitada a asistir a la conferencia de Asociación Betania en Ecuador, donde vi a muchas mujeres que estaban viviendo solteras para el Señor por su cuenta y, sin embargo, permanecían fieles. Me di cuenta que si estas mujeres podían hacerlo sin sentirse solas y miserables, entonces quizás yo podía hacerlo también.

Hubo todavía más preguntas que Dios contestó. A través de circunstancias y experiencias, Él me permitió discernir, crecer y aprender más.

Finalmente, el 18 de agosto del 2013 hice mi compromiso de por vida con Jesús, ofreciéndome libremente a Él y respondiendo a su amor personal por mí. Ya han pasado cinco años de esto y no me arrepiento de nada.

Por quién soy, mis dones y la gracia que se me ha dado, vivir soltera para el Señor es la mejor manera en que puedo amarlo y servirlo.

 

 

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Artículo original publicado en la revista Kerygma Magazine, octubre 2018

www.kerygmabooks.com

 

 

 

 

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