Vidas Transformadas
Historias de mujeres en varios estados de vida

Esperando Lo Mejor De Dios

Tetel Fernandez

No me gusta que me pidan que espere. Muchas veces mi paciencia es probada cuando tengo que esperar para algo, independiente del valor o significado. Irónicamente, muchas de las cosas buenas en mi vida llegaron tarde después de haber tenido que esperar, es decir, llegaron después del tiempo que yo prefería o había planeado. Supongo que Dios usó todas estas situaciones para que, en el proceso de esperar, pudiera aprender a dejarlo ser el Señor de mi vida y para enseñarme que Él es más que capaz de proveerme de lo que necesito. Un área que Dios continúa usando para fortalecer esta lección en mi vida es mi estado de vida.

 

Discernimiento del estado de vida

Fue mi claro en mi discernimiento que mi vocación se dirigía hacia el matrimonio. Inicialmente esto causó en mi mucha pena porque yo hubiera preferido vivir soltera para el Señor. Aunque eventualmente me fui dirigiendo naturalmente hacia adelante en mi vocación, internamente todavía tenía un resentimiento con el Señor por esto.


Más adelante, mientras me fui conociendo mejor a mí misma, me di cuenta que las razones subyacentes a mi deseo de vivir soltera para el Señor no eran de Dios. Veía esa vocación como superior porque solo unos pocos estaban llamados a ella. Si yo vivía de esa manera, entonces sería alguien “escogida entre el resto”, un miembro de la “élite” de Dios. Quería el mejor esposo que me amaría, nunca me haría daño o me decepcionaría. No estaba dispuesta a ser vulnerable con otro ser humano que pudiera fallarme. En otras palabras, tenía miedo y me faltaba confianza. ¡Qué egocéntrica! Mis motivaciones no eran las correctas.

 

Mentores

Esperar en el Señor significaba que tenía que abrazar el llamado de Dios. Entonces, empecé a actuar de forma práctica en maneras que me ayudaran a valorar mejor ese llamado. Tomé Proverbios 31- la esposa perfecta- como un ancla para esto. Busqué a mentoras modernas, y a mi mamá, para aprender como una mujer casada del siglo 21 aplica Proverbios 31.

La comunidad es un apoyo tremendo para una mujer soltera. Cuando me mudé del distrito universitario, formé parte de un grupo de mujeres casadas que eran líderes pastorales. ¡Imagínense eso! El Señor me dio una torre poderosa de mentoras compuesta de mujeres casadas líderes. ¡Qué experiencia tan rica para mí! Las hermanas en mi grupo de mujeres me ayudaron a sentirme más cómoda y a apreciar más la vocación al matrimonio. Esa experiencia me hizo darme cuenta que realmente no había tal cosa como una “vocación superior”. Dios usa cada vocación para acercarnos más a Él.

Otra forma de apoyo que recibí de Ligaya fue el retiro anual de mujeres solteras. En uno de esos retiros, el charlista nos recordó que el discernimiento del estado de vida y la decisión que sale de el no es una profecía. Es una orientación general hacia la que deberíamos dirigir nuestras vidas. Fue ahí cuando me di cuenta que, dado mi carácter y personalidad, necesitaba cambiar mucho más para ser el tipo de mujer que Dios requiere para la vocación del matrimonio. Sin duda es por esto que debía tomar esta dirección. Este sería mi camino específico y diseñado por Dios para alcanzar la santidad. Es esta dirección, esta orientación que agrada a mi Señor. Este descubrimiento fue crucial para poder abrazar mi llamado.

 

La espera

También tuve que hacer mi parte activamente en el tiempo de la espera. Claro que, como mujer, estoy limitada en lo que puedo hacer para iniciar una relación, pero al menos podía poner un poco de esfuerzo- ampliar mis relaciones con amigos hombres en comunidad, fuera de comunidad y en el trabajo. Incluso estudié mi MBS en una universidad donde la proporción de hombres respecto a mujeres de 2:1 y en un ambiente donde los hombres no son tan propensos a sentirse intimidados por las mujeres. Ahora viendo hacia atrás, quizás pude haber hecho más en vez de perder tiempo en tener un resentimiento con Dios. Sin embargo, hice mi mejor esfuerzo, dentro de lo apropiado, para estar disponible.

 

 

En busca del Sr. Ideal

Oh, los buenos hombres “ideales” siempre estaban a la vista, pero yo no era la opción “ideal” para ellos. ¡Qué pena…para ellos! En verdad, había ocasiones en que me preocupaba envejecer sola. También hubo ocasiones en que me preguntaba si el Señor solo se encargaba de sus favoritos o si yo estaba siendo castigada porque inicialmente no había querido aceptar mi vocación. Había momentos en que veía a novias caminar hacia el altar y me decía a mí misma “mabuti pa siya” (La envidio). Pero, para ser honesta, también había veces en que veía al novio y me decía a mí misma “¡naku, mabuti na lan! (¡me alegra que no soy yo!).

En algún punto en el proceso de esperar, me di cuenta que el matrimonio no era una garantía de que yo sería feliz. Si forzaba el asunto y me casaba con el hombre equivocado, de hecho, terminaría incompleta en lugar de complementada. Empecé a preguntarme qué es lo que realmente me haría feliz. ¿Le estaba poniendo límites a mi felicidad? ¿Estaba creando una profecía egocéntrica creyendo que solo podía ser feliz con un anillo en mi dedo? ¿Qué significa realmente “lo mejor de Dios”?

Con el tiempo, empecé a preguntarme si había cometido un error durante mi proceso de discernimiento. Pero después de analizar estos pensamientos y mi situación, me di cuenta que cuestionar mi estado de vida era una huida fácil. La estaba usando para encontrar una razón a mis expectativas que no estaban siendo llenadas, necesidades que no estaban siendo respondidas. Era más fácil para mí echarle la culpa a algo que lidiar con el sentimiento de incertidumbre. Pero en el fondo sabía que el discernimiento de mi estado de vida no había sido un error. De hecho, era uno de los momentos cuando realmente experimenté cercanía con Dios y Su mensaje para mí había sido muy claro.

 

Un nuevo significado para “lo mejor de Dios”

Me di cuenta de que podía ser la mujer de Proverbios 31 incluso si estaba soltera. Podía desarrollar algunos de los rasgos de su carácter, como fidelidad en mis compromisos, ser trabajadora y diligente, amar y cuidar a mis “hijos espirituales”, vivir la obediencia al Señor al no actuar sola sin consultar con Él. Los frutos de vivir constantemente estos rasgos de carácter me permitieron experimentar plenitud de vida. Estos frutos le han dado un nuevo significado al término “Lo mejor de Dios”.

Cada día espero con emoción “lo mejor de Dios” y cada día, sin falta, “lo mejor de Dios” llega a tiempo. Llega de tantas formas- un jefe que me apoya, un nuevo par de zapatos, una amiga fiel, un buen masaje, un trabajo satisfactorio, una disculpa de alguien que me irrita, una taza de mi café favorito, una mamá amorosa, un viaje a Tierra Santa, un grupo de mujeres que me llena de vida- cada uno “me completa” porque cada uno viene de la providencia de Dios, la verdadera fuente de felicidad.

En ese entonces y ahora, todavía tengo rezagos de decepción por expectativas que no han sido alcanzadas. He aprendido una técnica que me ayuda a lidiar con estos momentos. Cada día cuento las cosas por las que debería estar agradecida, y esto evita que me obsesione con lo que no tengo. He redefinido la frase “estado de vida”. El “estado de mi vida” en cualquier momento es más importante que mi “estado de vida”. Cuando mi tiempo se acabe, espero que Dios este complacido con que lo he amado y servido con todo mi corazón, mente y fuerzas, con o sin un anillo en mi dedo.

 

 

 

 

 

 

CONTÁCTATE CON NOSOTRAS

Usa este formulario para enviarnos un mensaje e intentaremos responder a tus preguntas o inquietudes lo más pronto posible.

AFILIACIONES





Esperando Lo Mejor De Dios

Tetel Fernandez

No me gusta que me pidan que espere. Muchas veces mi paciencia es probada cuando tengo que esperar para algo, independiente del valor o significado. Irónicamente, muchas de las cosas buenas en mi vida llegaron tarde después de haber tenido que esperar, es decir, llegaron después del tiempo que yo prefería o había planeado. Supongo que Dios usó todas estas situaciones para que, en el proceso de esperar, pudiera aprender a dejarlo ser el Señor de mi vida y para enseñarme que Él es más que capaz de proveerme de lo que necesito. Un área que Dios continúa usando para fortalecer esta lección en mi vida es mi estado de vida.

 

Discernimiento del estado de vida

Fue mi claro en mi discernimiento que mi vocación se dirigía hacia el matrimonio. Inicialmente esto causó en mi mucha pena porque yo hubiera preferido vivir soltera para el Señor. Aunque eventualmente me fui dirigiendo naturalmente hacia adelante en mi vocación, internamente todavía tenía un resentimiento con el Señor por esto.


Más adelante, mientras me fui conociendo mejor a mí misma, me di cuenta que las razones subyacentes a mi deseo de vivir soltera para el Señor no eran de Dios. Veía esa vocación como superior porque solo unos pocos estaban llamados a ella. Si yo vivía de esa manera, entonces sería alguien “escogida entre el resto”, un miembro de la “élite” de Dios. Quería el mejor esposo que me amaría, nunca me haría daño o me decepcionaría. No estaba dispuesta a ser vulnerable con otro ser humano que pudiera fallarme. En otras palabras, tenía miedo y me faltaba confianza. ¡Qué egocéntrica! Mis motivaciones no eran las correctas.

 

Mentores

Esperar en el Señor significaba que tenía que abrazar el llamado de Dios. Entonces, empecé a actuar de forma práctica en maneras que me ayudaran a valorar mejor ese llamado. Tomé Proverbios 31- la esposa perfecta- como un ancla para esto. Busqué a mentoras modernas, y a mi mamá, para aprender como una mujer casada del siglo 21 aplica Proverbios 31.

La comunidad es un apoyo tremendo para una mujer soltera. Cuando me mudé del distrito universitario, formé parte de un grupo de mujeres casadas que eran líderes pastorales. ¡Imagínense eso! El Señor me dio una torre poderosa de mentoras compuesta de mujeres casadas líderes. ¡Qué experiencia tan rica para mí! Las hermanas en mi grupo de mujeres me ayudaron a sentirme más cómoda y a apreciar más la vocación al matrimonio. Esa experiencia me hizo darme cuenta que realmente no había tal cosa como una “vocación superior”. Dios usa cada vocación para acercarnos más a Él.

Otra forma de apoyo que recibí de Ligaya fue el retiro anual de mujeres solteras. En uno de esos retiros, el charlista nos recordó que el discernimiento del estado de vida y la decisión que sale de el no es una profecía. Es una orientación general hacia la que deberíamos dirigir nuestras vidas. Fue ahí cuando me di cuenta que, dado mi carácter y personalidad, necesitaba cambiar mucho más para ser el tipo de mujer que Dios requiere para la vocación del matrimonio. Sin duda es por esto que debía tomar esta dirección. Este sería mi camino específico y diseñado por Dios para alcanzar la santidad. Es esta dirección, esta orientación que agrada a mi Señor. Este descubrimiento fue crucial para poder abrazar mi llamado.

 

La espera

También tuve que hacer mi parte activamente en el tiempo de la espera. Claro que, como mujer, estoy limitada en lo que puedo hacer para iniciar una relación, pero al menos podía poner un poco de esfuerzo- ampliar mis relaciones con amigos hombres en comunidad, fuera de comunidad y en el trabajo. Incluso estudié mi MBS en una universidad donde la proporción de hombres respecto a mujeres de 2:1 y en un ambiente donde los hombres no son tan propensos a sentirse intimidados por las mujeres. Ahora viendo hacia atrás, quizás pude haber hecho más en vez de perder tiempo en tener un resentimiento con Dios. Sin embargo, hice mi mejor esfuerzo, dentro de lo apropiado, para estar disponible.

 

 

En busca del Sr. Ideal

Oh, los buenos hombres “ideales” siempre estaban a la vista, pero yo no era la opción “ideal” para ellos. ¡Qué pena…para ellos! En verdad, había ocasiones en que me preocupaba envejecer sola. También hubo ocasiones en que me preguntaba si el Señor solo se encargaba de sus favoritos o si yo estaba siendo castigada porque inicialmente no había querido aceptar mi vocación. Había momentos en que veía a novias caminar hacia el altar y me decía a mí misma “mabuti pa siya” (La envidio). Pero, para ser honesta, también había veces en que veía al novio y me decía a mí misma “¡naku, mabuti na lan! (¡me alegra que no soy yo!).

En algún punto en el proceso de esperar, me di cuenta que el matrimonio no era una garantía de que yo sería feliz. Si forzaba el asunto y me casaba con el hombre equivocado, de hecho, terminaría incompleta en lugar de complementada. Empecé a preguntarme qué es lo que realmente me haría feliz. ¿Le estaba poniendo límites a mi felicidad? ¿Estaba creando una profecía egocéntrica creyendo que solo podía ser feliz con un anillo en mi dedo? ¿Qué significa realmente “lo mejor de Dios”?

Con el tiempo, empecé a preguntarme si había cometido un error durante mi proceso de discernimiento. Pero después de analizar estos pensamientos y mi situación, me di cuenta que cuestionar mi estado de vida era una huida fácil. La estaba usando para encontrar una razón a mis expectativas que no estaban siendo llenadas, necesidades que no estaban siendo respondidas. Era más fácil para mí echarle la culpa a algo que lidiar con el sentimiento de incertidumbre. Pero en el fondo sabía que el discernimiento de mi estado de vida no había sido un error. De hecho, era uno de los momentos cuando realmente experimenté cercanía con Dios y Su mensaje para mí había sido muy claro.

 

Un nuevo significado para “lo mejor de Dios”

Me di cuenta de que podía ser la mujer de Proverbios 31 incluso si estaba soltera. Podía desarrollar algunos de los rasgos de su carácter, como fidelidad en mis compromisos, ser trabajadora y diligente, amar y cuidar a mis “hijos espirituales”, vivir la obediencia al Señor al no actuar sola sin consultar con Él. Los frutos de vivir constantemente estos rasgos de carácter me permitieron experimentar plenitud de vida. Estos frutos le han dado un nuevo significado al término “Lo mejor de Dios”.

Cada día espero con emoción “lo mejor de Dios” y cada día, sin falta, “lo mejor de Dios” llega a tiempo. Llega de tantas formas- un jefe que me apoya, un nuevo par de zapatos, una amiga fiel, un buen masaje, un trabajo satisfactorio, una disculpa de alguien que me irrita, una taza de mi café favorito, una mamá amorosa, un viaje a Tierra Santa, un grupo de mujeres que me llena de vida- cada uno “me completa” porque cada uno viene de la providencia de Dios, la verdadera fuente de felicidad.

En ese entonces y ahora, todavía tengo rezagos de decepción por expectativas que no han sido alcanzadas. He aprendido una técnica que me ayuda a lidiar con estos momentos. Cada día cuento las cosas por las que debería estar agradecida, y esto evita que me obsesione con lo que no tengo. He redefinido la frase “estado de vida”. El “estado de mi vida” en cualquier momento es más importante que mi “estado de vida”. Cuando mi tiempo se acabe, espero que Dios este complacido con que lo he amado y servido con todo mi corazón, mente y fuerzas, con o sin un anillo en mi dedo.